Ayer visitamos Lisboa, una ciudad con un encanto especial, con monumentos y rincones que nos hablan de un pasado de esplendor pero en los que la decadencia ha hecho mella, lo cual acentúa, más si cabe, ese encanto que respiran sus calles. Fuimos a Lisboa desde Palmela, entramos cruzando el Puente Vasco da Gama (el más largo de Europa), al llegar dejamos nuestro coche en un parking en la Baixa (la parte baja de la ciudad), en la Praça da Figueira presidida por una estatua ecuestre de João I.