“Somos el poder, estamos en los grandes centros de decisión, lo controlamos todo”. Quien habla en el anuncio es una majestuosa silla orejera desde el despacho de un rascacielos. Lo hace en nombre de los sillones, taburetes y demás asientos del mundo, una especie de logia secreta que domina desde la sombra. Se dirige a su subordinado. “Si os levantáis, habremos perdido”, reconoce la silla-jefe ante un joven que, contra todo pronóstico, decide ponerse en pie al mismo tiempo que lo hacen centenares de personas. La gente corriente ha vencido