La República no sólo fue derrotada en 1939. También lo fue 35 años después, con ocasión del pacto de olvido en el que se legitimó la transición a la democracia y el régimen político actual, presidido por la Constitución de 1978. En efecto, una de las cláusulas que caracterizaron aquel pacto fue la de que cada “firmante” –antifranquistas y franquistas– renunciara a su pasado como instrumento de reivindicación política. Así, mientras los franquistas renunciaban a la dictadura, los demócratas debían hacer lo mismo con la experiencia republicana.