Al igual que reza el famoso tango, así luce cada día nuestro pueblo, con farolas que se encienden cuando ya no se ve ni pijo y a medio gas, dejando las calles sumidas en una semi-oscuridad fantasmagórica, dando la sensación de que en cualquier momento va a doblar la esquina el sereno, aquel señor que antaño vigilaba las calles y controlaba, precisamente, la iluminación de las mismas. Mallén a media luz… y en algunos sitios y a algunas horas ni eso, nada de luz.