Los políticos nos están robando las palabras más dignas del diccionario: honestidad, austeridad, transparencia, regeneración. No contentos con imponer latiguillos verbales que empobrecen el discurso (“poner en valor”, “como no puede ser de otra manera”), destrozan ahora el significado de esas hermosas palabras que tienen que ver con la honradez personal, la sobriedad en el uso de los bienes públicos, la claridad en la acción política y la renovación de las estructuras partidistas.