El rey ha pedido perdón. Salió cojeando de la habitación del hospital privado donde le han tratado, habló de su cadera y de los médicos y en un giro tan leve como estudiado, miró a cámara, bajó los ojillos contrito, puso una carita que daba más pena que el gato de Shrek y con voz de monaguillo que no ha roto un plato, soltó una disculpa digna de su nieto Froilán: “Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir”. Es un perdón estilo SMS, o sea, su majestad siente, lo siente.