Dos semanas después de bautizar a su hija en una iglesia católica, los padres de Adriana la volvieron a vestir de blanco para un segundo sacramento, esta vez bajo el amparo de la esquelética Santa Muerte. La bebé de tres meses duerme mientras la ministra del templo rocía "agua bendita", una infusión de pétalos de rosa, frente a 300 personas reunidas al pie de una estatua de 22 metros de una Santa Muerte levantada en un predio de las orillas de la Ciudad de México.
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