Las magnitudes de esta colosal misa son tan extraordinarias que hasta el mismo Vaticano se muestra temeroso ante la descomunal cantidad de fe cristiana que pueda manar de tantas almas puras y de su posible repercusión no solo en la capa freática sino también en la troposfera. “Cuando toda esa fe empiece a subir hacia arriba no sé que puede ocurrir con las isobaras”, ha declarado el cardenal Richelieu, que aunque está muerto sigue hablando por boca de un brócker de la Bolsa de París afincado en Madrid.
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