Los negocios “de toda la vida” no se complicaban la ídem a la hora de llamar a su negocio, que adoptaba el nombre de su dueño (Restaurante Santiago); de alguna peculiaridad geográfica (Bar La Esquinita) o bien un anagrama con el nombre de los socios, generalmente el jefe y su parienta (Variedades FerCar). Pero ojo con los apócopes, porque si, por ejemplo, Tito y su señora María deciden abrir un colmado el nombre resultante será Supermercados Tima, un auténtico torpedo en la línea de flotación del negocio.
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