Aprendí a caminar en un bar, y quizá por eso me liga a ellos un vínculo que echa raíces en la más tierna infancia. Eran otros tiempos, cuando la sobreprotección aún no había llegado y no era tan extraño ver a un pequeñajo corretear por la pista de baile y contonearse al ritmo de King África, Raúl o cualquiera de los referentes pop patrios de la época. España es un país de bares, y sin ellos la lista de espera de los psicólogos crecería ad infinitum.
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