En un último y desesperado intento para incitar a la lectura, 197 bibliotecas de todo el país han empezado a sustituir las sillas de sus instalaciones por tazas de váter. La intención es que los usuarios entren a los centros con la única intención de usar los retretes y, una vez sentados, se vean obligados a abrir un libro movidos por “la natural inclinación del ser humano a buscar distracciones mientras defecan”.
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