Los juegos de palabras siempre han estado en el botiquín de primeros auxilios de la publicidad (y de Matías Prats también). Pese a dejar bien a las claras qué es lo que pretenden vender, eslóganes como «No al botellón, sí al botellín», «Kiwino que viniste» o «Venta de leña pa la peña» probablemente no opten nunca a gran premio en un festival internacional de publicidad. Pero tienen todas las papeletas para formar parte de la «cutrehemeroteca de infracreatividad doméstica» de Ricardo Llavador y Miquel Caimary.
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