Todo lo que sabemos sobre los sistemas de reconocimiento facial que emplean el FBI y los departamentos de policía de Estados Unidos sugiere que el software incorpora un sesgo racial inherente. No se ha hecho así a propósito sino que es consecuencia cómo se diseñan los sistemas y los datos con los que entrenan. Pero sí resulta problemático. Las agencias de seguridad dependen cada vez más de tales herramientas para las investigaciones criminales, aumentando el riesgo de que algo salga mal.
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