Hay cosas que de no haber estado uno presente para verlas en directo, dudaría de su veracidad. Y no estoy hablando precisamente de momentos que quedaron marcados a fuego en la historia de la humanidad, como podrían ser, por ejemplo, la caída del muro de Berlín, el fin del apartheid en Sudáfrica o la reconstrucción del himen de Leticia Sabater, no. Me refiero a cosas tan absurdas que hay que haberlas visto para creerlas.
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