Detroit, finales de los años 70. La crisis del petróleo afectó durísimamente a Detroit, cuyos márgenes de beneficio estaban cimentados en enormes berlinas y familiares con gigantescos V8 de gasolina bajo el capó. Cuando el precio del petróleo se triplicó, la gente comenzó a valorar el bajo consumo de combustible de un coche como un factor de compra importante. En Detroit se pusieron nerviosos, y en 1978 lanzaron su solución al problema. Un motor diésel que casi entierra para siempre al diésel en EE.UU.
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