La herramienta se "alimenta" con datos públicos sobre delitos violentos o contra la propiedad. Con esa materia prima identifica patrones temporales y geográficos que le ayudan a pronosticar ciertos crímenes. Para sacudirse prejuicios o posibles sesgos, el modelo utiliza cuadrículas en vez de los conceptos tradicionales de vecindario o límites administrativos. El algoritmo divide la ciudad en mosaicos de unos mil pies de ancho —algo más de 300 metros— para los que vaticina niveles de crimen.
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