Iván tiene, entre otros, un coche teledirigido que sube por las paredes, una máquina para hacer agujeros en la playa, un cañón capaz de lanzar cientos bolas de plástico del tamaño de una naranja a unos 100 kilómetros por hora y, pronto, un tanque. "Pero es rojo y de plástico, no os preocupéis", bromea mientras hablamos por teléfono.
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