A menudo, conoces a una persona y piensas: 'yo a esa me la follaría'. Otras veces, ya más sereno, lo primero que te viene a la cabeza es ‘¿tendré la bragueta desabrochada?’. Pero después de estas dos comunes preocupaciones, lo que se suele hacer principalmente es clasificar automáticamente al prójimo por su apariencia. Una actitud que no puede evitarse por muy errónea que sea.
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