Aunque estos vehículos están orientados a, entre otras cosas, reducir la tasa de accidentes, su programación podría tener un efecto singular: ante situaciones peligrosas en las que estén en juego muchas vidas, podrían decidir que nosotros nos llevemos la peor parte para salvar a los demás. El debate ético vuelve a acechar un terreno muy complejo.
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