Cientos de miles de años atrás quedó aquella relación en la que sapiens no perdía de vista a aquel cánido, social como él, para recoger de su arte en el desplazamiento o en la caza enseñanzas de supervivencia, cuando no directamente piezas de carne robadas o incluso restos sobrantes. Pero aquel Homo sabio dejó de serlo conforme desarrollaba fantasías androcéntricas tan dañinas como la de la autosuficiencia. Así, Homo, de sabio pasó a ser necio al negar sin reparos su ecodependencia e incluso la interdependencia con sus congéneres.
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