A las ocho de la mañana, en la puerta de acceso al Teatro Real no había público. Aquellas colas de entonces, aquel entonces del año pasado, y del anterior, y del otro, no estaban. Y, por tanto, tampoco las pelucas, los trajes de botones ni la mamarrachada general de los atavíos de chirigota. Nada. Los convocados de prensa, parecíamos miembros de un país serio que no se deja arrastrar por oleadas de fantasía.
|
etiquetas: ceremonia , loteria , mamarrachada