Fue un simple hack que transformaba la boleta electrónica en una llave que daba acceso de administrador a un usuario de la máquina de votación, permitiéndole recalibrar la pantalla táctil y engañar a los votantes para que elijan a otro candidato. Pero en vez de tomar nota de las falencias o posponer la implementación de Vot.ar, las autoridades de la ciudad de Buenos Aires eligieron el silencio, la intimidación a los críticos de los problemas no resueltos del sistema, el bloqueo a sitios web y el allanamiento con secuestro de pertenencias.
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