En sus 500 años de existencia, estos dispositivos para evitar hechizos han tenido siempre una estructura muy similar: dentro de un recipiente se introducen clavos, espinas, cabellos humanos, alfileres (a veces doblados), huesos, trozos de madera, recortes de uñas, tierra y otros materiales (algunos afilados) y, muy frecuentemente, orina de la persona a la que se quiere proteger.
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