Tere Picazo, histórica activista del barrio de 69 años, prefiere el símil de un sueño. “No queremos despertar, es terrible”. Lo peor de la crisis sanitaria y el confinamiento ha dejado paso en este barrio a escenas que sus vecinos, los pocos que quedan, pensaban que ya no vivirían jamás. Paseos sin agobios por La Rambla, niños jugando a pelota y en bici en la plaza de la Catedral, en la siempre abarrotada calle del Bisbe, meriendas familiares en la Plaça Reial... Teresa incluso ha cogido la bici estos días.
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