Un hombre trajeado, entrado en sus 70, con marcado sobrepeso y un peinado que seguramente es más propio de alguna otra década entra en la sala. Los presentes, algunos trajeados y otros con uniformes decorados con multitud de coloridas insignias se levantan como muestra de respeto a la vez que saludan:
-Señor presidente…
Las sesiones previas han resultado en un bloqueo operativo salvo algunas sanciones a China, apropiadas para rellenar titulares en la prensa afecta pero claramente insuficientes para incidir en el curso de la situación. Los medios hablan de una guerra comercial con China.
Los asesores tienen escasa confianza en el liderazgo que han de acatar, además de una agenda propia, y las caras son más bien de hastío.
Todos son perfectamente conscientes de que China está superándoles en el terreno comercial, que está ganando con las reglas del juego que han dispuesto. Se diría que occidente se muere de éxito. O más bien como resultado de su propia avaricia: la apuesta por un modelo de servicios y financiarización de la economía en pos de la deslocalización de la producción para beneficio de las grandes multinacionales les ha dejado en términos geoestratégicos a los pies de los caballos.
-Deberíamos aumentar el alcance de las sanciones…
El presidente está obcecado en traer de vuelta la producción en sectores clave, como si todavía estuviera a tiempo. La situación con Rusia, tras la intervención de estos en Siria, ha quedado congelada en Crimea y el presidente se niega a aceptar iniciativas para avanzar en ese frente.
Algunos de los asesores piensan que carece de la audacia necesaria, otros que existe un exceso de sintonía con el líder ruso. Él sin embargo solicita centrar los esfuerzos en China, se habla por supuesto de Taiwán, de los territorios en disputa con Japón, de los Uigures… Cualquier cosa con la que dañar el progreso chino.
También se muestra reacio a fabricar una excusa bajo falsa bandera que justifique mayor severidad en las sanciones y parece que la sesión va a resultar en un relativo bloqueo similar a las anteriores.
-Bueno, en realidad hay otra opción…
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Una carpeta de cartón con el sello de “clasificado” se abre mostrando algunos memorandos y notas.
-Existe una línea de trabajo que ya ha arrojado algunos éxitos y para el público no supondría la implicación directa del país ni existiría modo de relacionarnos. Nuestros medios y profesionales garantizarían el discurso correcto, se trataría de un lamentable accidente.
Los dedos buscan entre los memorandos de la carpeta y extrae algunos, entre ellos los encabezados con las letras S.A.R.S. y H1-N1.
-Naturalmente apostaríamos por alguna variante escogiendo la mortalidad e índice de contagio deseados en función de los resultados requeridos.
Ralentizaría la economía de forma muy significativa, en el mejor de los casos podría llegar a bloquear el país por completo. Sería un KO limpio, sin ninguna intervención pública.
Existen líneas de trabajo en selección de agentes patógenos orientadas a maximizar la incidencia en determinados colectivos étnicos, el contagio más allá de las fronteras sería mucho menor y la excusa perfecta para ordenar el cierre completo del país.
La mortalidad podría ascender a algunos millones, sobre todo ancianos, niños, inmunodeprimidos, etc, pero lo realmente significativo es la afectación a las redes comerciales y productivas. Y sin necesidad de exponer nuestra posición al público con ninguna intervención que sería necesario justificar.
Por otro lado es previsible una cierta estigmatización que lastraría la recuperación del país y dañaría su imagen internacional. Y lo mejor de todo es que apenas supone coste alguno, son desarrollos ya realizados. Lo ideal es introducirlo en grandes concentraciones de gente para maximizar el contagio, sería interesante que no saltaran las alarmas hasta después del año nuevo chino.
Pero mejor aún: además después podemos venderles el tratamiento, vacuna... un negocio millonario, podría corregir sustancialmente la balanza comercial.
Podríamos utilizar los próximos juegos militares en Wuhan para introducir el material como punto de partida de la operación, difundirlo es mucho más sencillo. Invisible, indetectable salvo con el conocimiento previo de lo que se transporta. Cero riesgos y prometedores resultados.
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La operación “Zero Risk” es el origen de lo que después conoceríamos como la pandemia mundial de covid-19, que llegó infectar al propio presidente y al resto se asistentes a aquella reunión. El resto de la historia es de sobras conocido.