Las matemáticas no mienten. Y los datos son lo bastante precisos, sencillamente no hay marcha atrás. La superpoblación terminará por hacer colapsar el planeta antes o después. Y entonces sí que la totalidad de la especie estaría condenada. Tan seguro como que mañana saldrá el sol.
Pero, teniendo de antemano esa certeza, tal vez algo se pueda hacer. Nos equivocamos, tomamos el camino incorrecto y nos metimos en un callejón sin salida. Sin embargo, viéndolo venir, tal vez aún la especie tenga una posibilidad. ¿El coste? Inasumible, por supuesto. Pero una vez comprendida la certeza de lo inexorable es imposible permanecer cruzado de brazos.
A pesar de todo, la humanidad se merece otra oportunidad. Las grandes capitales serán destruidas. El hemisferio norte restará inhabitable por siglos. La población mundial, no es que vaya a ser diezmada, es que quedará reducida a un diezmo. Y no vamos a dejarlo al azar.
Ojalá hubiera sido diferente, unas pocas décadas, y podría haber sido completamente distinto, tal vez pudiéramos habernos planteado terraformar algún satélite incluso hallar otro mundo habitable, pero ya no hay tiempo. El cambio climático da claros síntomas del proceso iniciado con la inercia de un buque cuyo tamaño es el planeta. No es posible esperar más.
Es absolutamente descorazonador. Nadie hace algo así por gusto. No somos locos ni genocidas. Y el peso de tal responsabilidad es a menudo abrumador, tanto como para romper la cordura de los hombres y mujeres involucrados en el proyecto. Muchos de ellos ya no están, los preparativos han llevado, como era de esperar, más tiempo del esperado.
Habrá una gran guerra. Una última gran guerra, esperamos. El conocimiento será preservado, todas las artes, la ciencia y la historia de la humanidad hasta donde es recordada será preservada así como sus mitos y leyendas. Toda la riqueza biológica, la variedad genética, la biodiversidad.
Entre algunas aves es relativamente común sacrificar a algún polluelo, privándole de alimento, para que al menos uno pueda sobrevivir. Me pregunto como se sentirá esa madre porque nosotros estamos a punto de hacer lo mismo con el planeta entero.
Miles de misiles cruzarán los cielos de este a oeste y de oeste a este. Será rápido, al menos esa es la idea. Una gran ola de abrasadora extinción. Cenizas. Y además, por si la perspectiva fuera ya de por sí poco terrible, deberemos cerciorarnos de que no queden supervivientes. Nadie puede desear una escisión de la especie en homínidos radiactivos del paleolítico futuro.
¿Duro? Tanto como la realidad. Con esa dureza absoluta con la golpea. Absoluta. Y somos personas sensibles, más que la media, en general. Se diría que no mataríamos ni a una mosca, a algunos podría parecerles un plan de psicópatas maquiavélicos y conspiradores. Pero esa dureza impía no está en nosotros, está en la circunstancia. Nosotros sólo nos vemos obligados a estar a la altura. Y no gozamos de la bendición de la ignorancia ni del don de la ceguera.
Nos consolamos poniendo la vista más allá del futuro inmediato, cuando las ciudades sean reconstruidas en los conos del sur, mejor que ahora, con el conocimiento que ya tenemos, con el aprendizaje adquirido de los errores de la experiencia.
Lo que más desazón causa es la criba. Quién nos iba a decir que, habiendo superado con mucho el sentido ético de principios del siglo XX, tuviéramos que vernos abocados a recordar las prácticas de la eugenesia. Tú sí, tú no, fuera lisiados, enfermos y mediocres de toda índole. La discusión ha durado años, yo estaba más bien en el otro lado.
De alguna manera mi instinto me da a entender que algo no está bien en eso, no es natural, alguna consecuencia adversa e inesperada podría tener y el precio podría ser impensable. De alguna manera será como deshumanizar al mundo. Claro que a todos nos gustaría hacerlo mejor. Pero el tiempo se ha acabado y hasta aquí es hasta donde hemos llegado, incluido yo. Supongo que no fui capaz de ponerlo en las palabras precisas que moviera a reflexión al auditorio. Aún hoy sigo sin poderlo explicar del todo, pero es un punto ciego que sigue ahí, definido por su propia ausencia.
Tal vez incluso me quede aquí. No estoy seguro de querer embarcarme en la nueva aventura en esas condiciones. Sin duda muchos lo verán como un tremendo desprecio, muchos matarían por un billete de salida de lo que se nos viene encima. Casi todos, seguramente. Por eso a muchos no se les ha invitado a la fiesta, pero, ¿9 de cada 10? Tan drástica es la solución como el problema.
Nunca me gustaron los clubs selectos, las zonas vip, los lugares exclusivos, toda esa parafernalia. Algo bueno del nuevo mundo es que el dinero no parece que vaya a ser tan importante, veremos si realmente son capaces de salirse de la trampa en la que ha caído esta civilización o si en realidad el mal está tan enraizado en la condición humana y de hecho nunca tuvimos alternativa.
Entiendo que ese “el lobo es lobo para el hombre” de Hobbes, pero en esto estoy más con Rosseau, soy optimista. Tal vez seamos al menos el error que sirva para que otros no se equivoquen por el mismo camino y podamos pensar que sirvió para algo, que tanto dolor, sufrimiento y esfuerzo no fue simplemente en vano.
Supongo que será bonito, como esos finales de las películas, más bien de las de antes. El día que la tierra brilló, o que la tierra tembló, algo así. Puedo dar algunos detalles más para los curiosos, ninguna ciudad será directamente bombardeada. Los objetivos son fallas. El mundo será barrido por una ola del tamaño de una montaña. Esperemos que sus cálculos sean precisos. Desde luego será una experiencia única. Irrepetible, sin duda.
Y algunas cosas sí que parece que cambiarán, no es un visado que puedas obtener con dinero. Ni algo que le puedas ceder a algún otro ni mercadear con ello, tal vez algunos males del viejo mundo perezcan con él. La magnitud del plan es más que ciclópea, pero dentro de eso la idea es que sea bastante discreto. Para el resto simplemente algunas personas no se presentarán en su trabajo o en el lugar que acostumbren y estarán cogiendo un barco, un tren, un ferry o simplemente conducirán con su coche, la logística es un verdadero infierno.
Con los años muchos se han ido adelantando además de los que forman parte del núcleo duro del proyecto. La mayoría lo llaman Atlas. Por lo de sostener el mundo y tal. Y porque, lamentablemente en mi opinión, hay ciertas analogías con la narración de Ayn Rand. Siempre me he sentido más cercano a la gente común que a ningún tipo de élite, independientemente de las distancias respectivas que correspondan.
A vosotros tal vez os puedan sonar campanas sobre diversas iniciativas, el plan Kalenji, el Gran Reinicio o Gran Reset, todo ello convenientemente ocultado con la desinformación pertinente. Qué duda cabe que lo que estoy explicando es materia reservada y difundirlo puede acarrear graves perjuicios para la salud pero, al fin y al cabo es sólo un relato de ciencia ficción, ¿no?
La fecha exacta nadie la sabe, aún no se sabe. No hay día marcado en rojo en el calendario, hasta donde yo sé, de momento. Dependerá de desarrollos en distintos ejes. Seguramente alguien podría empezar a pensar en correr en círculos pero descuidad: no hay donde huir. Y esa falta de opciones es la que de alguna manera creo que puede ayudar a sobrellevar tan funesto destino con cierta paz de espíritu, resignación, dirían algunos. La verdad no nos hace libres, pero libera, que es muy distinto. Libera de la carga y de la responsabilidad en cierto modo. La responsabilidad por la que se escogió el nombre del proyecto, el del titán que, en la mitología griega, sostenía el mundo sobre sus espaldas.
De alguna manera la historia ya ha sido contada a través del cine. Hay frustración entre los integrantes del proyecto respecto a los errores que nos han empujado hasta aquí, pero no hay odio ninguno para con sus semejantes. Al final estar dentro o fuera puede depender de solo un gen que ni siquiera ha cobrado expresión. La diferencia a efectos prácticos puede llegar a ser casi menos que nada. Lo que se quiere evitar a toda costa, como es natural, es que cunda el pánico hasta un punto que ponga en cuestión el éxito de la operación y la viabilidad del proyecto.
No será por lo tanto una guerra de odio, sangre y fuego como sus predecesoras. Es más como los últimos cuidados paliativos a un enfermo terminal, a una futura madre con una enfermedad incurable de la cual se extraerá su hijo no nato, que es el nuevo mundo, mientras se le acompaña en sus últimos momentos, con lágrimas en los ojos. El dolor será inconmensurable. Y, con todo el respeto para las absolutas diferencias, para ambas partes.
Un punto y aparte. Un cambio de capítulo. Tal vez la página más negra de la historia de la especie hasta donde se recuerda. Si algo sale mal tal vez incluso un punto final. Tomándolo con filosofía, al final todos morimos un día u otro y nuestra existencia parece no tener mucho más sentido que como portadores de nuestro código genético. Y justo ahora que el ser humano empezaba a mirar las estrellas viendo un posible futuro en ellas el tiempo se nos acaba. Es un juego duro.
Tal vez sea recomendable hacer balance más a menudo. Si mi vida terminara ahora mismo, ¿cómo habría ido? Bueno, no tan bien, no tan mal, se hizo lo que se pudo, ojalá haber podido hacer más. Seguro que sobra alguna discusión y falta algún atardecer, algún cielo estrellado. Al fin y al cabo no es tan importante, los individuos somos efímeros, son nuestras acciones lo que queda para siempre.
Desde la escisión algunos nos hemos desconectado un poco, puede que no sea el único que no suba a ese tren que desde luego no va a esperarnos. Las novedades nos llegan a veces en forma de rumor más que de datos pero los telediarios nos mantienen informados de una forma muy diferente al resto, vemos avanzar el plan siempre bajo otros subterfugios y otras máscaras en la economía, la política.
La idea partió de los militares, claro. O inteligencia más bien, según se quiera ver. Poco a poco se fueron involucrando más ámbitos del mundo civil hasta conformar una gran red que abarca el mundo entero con contactos desde en palacios hasta en suburbios. Y con mucha gente que ha contribuido hasta quedándose fuera, tal es la naturaleza de la iniciativa. Hermosas discusiones de gente argumentado contra sus propios intereses y sólo en favor de la razón. De la gente que, paradójicamente, va a aniquilar al 90% de sus congéneres. No deja de tener algo de humor negro. Demasiado negro, supongo.
Pero sólo para los que creen que lo importante es estar a un lado u otro de la raya: dentro o fuera. Y en realidad esa nunca ha sido la cuestión, si lo ves de ese modo es un buen motivo para que estés fuera. Y bueno, a fin de cuentas la vida la hacen los vivos, jamás sabremos gran cosa de lo que Noé no subió al arca.
Y sin embargo sabemos mucho, mucho más de lo que se imparte en las universidades. Sabemos que la gravedad cambió, que el tiempo es una ilusión, que existe un destino y estamos prevenidos ante los peligros del yo. El nuevo mundo se construirá con mejores y más firmes cimientos. En términos económicos, políticos, sociales y genéticos. Supongo que no será difícil no hacerlo peor que el caos presente y conseguir autorregularnos antes de que nos tenga que regular el propio ecosistema pero me sigue acechando la sombra de la humanidad perdida por el camino. Eso y los gritos de siete mil millones de almas.
Y supongo que por eso esta palabras, un poco como autoterapia, otro poco para poner ideas en orden y también para todos los de fuera. Y también a los de dentro, suceda lo que suceda al final, será lo que tenía que suceder.