Hagamos juntos una suposición. En realidad más de una:
1.
Supongamos por un momento que se encuentra la manera de viajar a otros planetas y extenderse por el cosmos (estamos en ello).
2.
Supongamos que las tensiones de la economía, en virtud de los avances de la genética, se solucionan creando una casta inferior. Que en lugar de ser la robótica lo que sustituye el trabajo del hombre, lo es una raza menor, menguada, sin alma, jurídicamente otra categoría más de animales y no de ciudadanos, pero creados a imagen y semejanza. Aunque con una modificación que acorta los telómeros programando una fecha de caducidad.
3.
Supongamos que la tecnología para desplazarse a través del cosmos, o alguna otra muy relevante, requiere, por ejemplo, oro.
Y que existen planetas mineros dedicados a tal finalidad.
4.
Supongamos que errare humanum est y que los administradores de esas minas (un planeta, un estado o grupo mafioso, pirata o terrorista) utilizan a las hembras de la especie en modo que no está previsto para la actividad minera. Y que se termina creando una especie híbrida.
5.
Supongamos que esta nueva especie híbrida, con la docilidad impuesta genéticamente ya diluida, con el paso de los siglos termina por rebelarse y expulsar a sus creadores. Y esta suposición es doble, porque podrían haber quedado incrustados en tal sociedad. O triple: ya sea como regentes o en el anonimato. O cuádruple: incluso ambas.
6.
Supongamos que esa nueva especie de mestizos mira al cielo estrellado preguntándose por sus orígenes.
7.
Supongamos que esos mestizos son lo que conocemos por "raza humana".
Podríamos suponer que es demasiado suponer, pero seguramente sería demasiado suponer.
Lo que quedaría sería un planeta de una raza de mortales huérfanos de dios, donde se adoraría al oro sin conocer el motivo y con restos milenarios inexplicables de otra cultura y tecnología que serían completamente incapaces de explicar, del mismo modo que el misterio de su propio origen.
Pero eso sí que es mucho suponer.