Si alguien le dice a usted algo, contesta usted: «¡Soy fulano de tal, de tal periódico!». Pero lo dice usted así, con profunda arrogancia. Nada de timideces ni gazmoñerías. Pasa usted adelante, entra en la sala, escoge usted el asiento que más le plazca. Si hay algún palco vacío, lo manda abrir usted. Todo lo que puede ocurrirle es que luego resulte que esté vendido. No importa. Ya le avisarán a usted, en todo caso. Cuando se presenten los advenedizos, acompañados del acomodador, corresponde usted a su saludo, pero con mucha dignidad [...]