Hace 30 años la humanidad entera soñaba con un futuro en el que todo era posible: robots haciendo el trabajo sucio, coches voladores, pasear por ahí ataviados con ropas plateadas, comida en la nevera con sólo pedirla en voz alta, videojuegos indistinguibles de una imagen real... Pero como todo en la vida, el porno gratis nunca es del todo gratis. Hay que pagar un precio, y los antros de necesaria perversión que son los tubes porno se alimentan de nuestra alma y nuestro tráfico de datos con un peaje del horror: los banners: