En los manuales de medicina del siglo XIX apareció un órgano apoteósico: el útero. En él cayeron cientos de preguntas y miles de respuestas. Ahí, donde alojaban la feminidad, echaron la culpa de tantísimas enfermedades. «Los médicos estadounidenses tenían puestos sus ojos en el vientre femenino de tal manera que, para un buen observador de hoy, resulta decididamente anticientífico e incluso obsesivo», explica la historiadora Ann Douglas Wood en Las enferemedades de moda: Trastornos femeninos y su tratamiento en la América del siglo XIX.
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