Cuando las tropas rebeldes entraron en Berriz en abril de 1937, pusieron en marcha una enorme ola de represión perfectamente programada. El nuevo alcalde franquista, Felipe Alberdi Gaztelunutia, denunció a muchas decenas de vecinos del “campo rojo”, pidiendo a jueces y “militares” golpistas que tomaran medidas contra ellos.
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