Las auroras iluminaron América desde el norte de Canadá hasta Colombia, "el mar se convirtió en sangre" y las piedras de la playa, reflejando esa luz terrorífica, parecían ascuas en una hoguera. Si aquella semana de abril 1859, cuando ya sabíamos tanto sobre la naturaleza y sus misterios, muchos pensaron que había llegado el fin del mundo, no quiero imaginar el terror que sacudió el planeta durante la gran tormenta del 660 antes de Cristo.
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