«A Euskadi llegaban algunos corredores amateurs con los ojos desorbitados tras su última carrera. «Hay un puerto en Asturias con rampas imposibles, que incluso te tienes que bajar de la bici» decían. Ese lugar en el que se mezcla culto e historia. Ese lugar de rampas imposibles. Ese lugar donde saboreas el metal de la sangre en cada pedalada, que cada metro de La Huesera piensas que será el último, que mejor dar media vuelta: Lagos de Covadonga»
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