Tras el final de la Guerra Civil, la famosa reliquia de la mano de Santa Teresa (aunque le falta el meñique) fue trasladada desde Málaga a Valladolid, para ser expuesta en una magna exposición con otros relicarios y obras de arte del patrimonio religioso expoliado por los republicanos. A Franco no le costó conseguir autorización eclesiástica para conservar el relicario en la capilla de su residencia, en el Pardo, donde se mantuvo como objeto de especial devoción.
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