A principios de la década de 1940, mientras el hambre y el miedo acababan con los judíos en el gueto de Varsovia -el mayor establecido por la Alemania nazi durante el Holocausto-, no pocas familias se dedicaban a estudiar la geografía de países latinoamericanos tan distantes como Paraguay o Bolivia. El motivo: gracias a una red clandestina de diplomáticos, en la que también participó la Iglesia Católica, muchos esperaban huir de la muerte a través de una operación de falsificación de pasaportes latinoamericanos puesta en marcha en Berna, Suiza.
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