En algunos casos, los niños se daban en adopción y conseguían así sobrevivir y llegar a la edad adulta. En muchos otros, estos infantes morían a manos de sus cuidadoras, víctimas del hambre y la dejadez... Las baby farms no eran las únicas trampas para niños en la era victoriana. Las calles de las grandes ciudades industriales abundaban de niños abandonados y famélicos que, en muchas ocasiones, se veían abocados a morir. Incluso en los institutos de caridad la muerte de los pequeños era frecuente.