Un buen día Josef K se despertó con la desagradable sorpresa de que su dormitorio se había convertido en una sala judicial. La vuelta a la realidad, después del sueño, significaba vivir la vida como un inacabable proceso donde lo que menos importaba era substanciar si era culpable o inocente. Lo importante es que K sintiera que su vida no dependía de él porque estaba al albur del tribunal.
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