El capitalismo necesita individuos sin ataduras ni vida moral digna de tal nombre, que funden su felicidad en una fluidez erótica plurimorfa, en relaciones efímeras y cortoplacistas que parecen colmarlos… a cambio de convertirlos en personas insatisfechas para siempre. «Lo importante –subraya Fusaro– es que no se creen vínculos firmes y solidarios, presentando la alternativa del desarraigo amoroso como una experiencia seductora y emancipadora.
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