Los grafitos en las paredes de las celdas se hicieron de dos maneras. La más utilizada requería rascar los ladrillos del suelo para conseguir un polvo fino que, mezclado con fluidos corporales y heces, se utilizaba como pintura. El otro medio, tal vez ligado a la presencia de alguna estufa de carbón al interior de la celda, era el dibujo con tiza.
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