El relato que Hardenburg hizo de los abusos que había presenciado es una lectura terrorífica incluso en la actualidad. “Los agentes de la Compañía fuerzan a los pacíficos indígenas del Putumayo a trabajar día y noche… sin la más mínima remuneración exceptuando los alimentos necesarios para mantenerlos con vida. Les roban sus cultivos, sus mujeres y sus hijos… Los azotan de forma inhumana hasta que se les ven los huesos… Cogen a sus hijos por los pies y estampan sus cabezas contra árboles y paredes hasta que sus cerebros salen volando…
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