En 1187, Saladino provocaba el colapso del Reino de Jerusalén tras someter su capital a un asedio de dos semanas y finalmente conquistarla. Aquella victoria provocó la Tercera Cruzada, que no conseguiría recuperar la ciudad. Sin embargo, aunque es frecuente leer que Jerusalén quedó definitivamente en manos musulmanas, lo cierto es que retornó a los cristianos durante diez efímeros años, entre 1229 y 1239, gracias a una cesión que Al-Kamil, el sobrino de Saladino, hizo a Federico II Hohenstaufen, líder de la Sexta Cruzada.
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