Una veintena de locomotoras de vapor a la intemperie, desvencijadas y oxidadas. «Deberían estar en un museo». Una obviedad que comparten múltiples estamentos, pero que no acaba de convencer a los propietarios de una de las mejores colecciones ferroviarias que se pueden encontrar en Europa. Por el momento, ni se vende ni se mueve. (...) El problema, como siempre, está en el dinero, pues la restauración y conservación de este tipo de patrimonio es tremendamente costosa.
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