Lo más interesante de Isaiah Berlin, y quizá lo más interesante de cualquiera, está en sus contradicciones. Durante un tiempo se le tuvo por una especie de filósofo casi ágrafo, un orador brillante y un analista de talento que nunca se decidía a escribir una obra importante. La tarea editorial de Henry Hardy hizo mucho por cambiar esa percepción.
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