Peyo no es un caballo como los demás. No le gusta que lo acaricien. Él elige a quién acercarse. Y, si lo hace, no son buenas noticias. Peyo detecta tumores incurables, pero su capacidad de empatía es tal que logra que pacientes terminales reduzcan medicación y alivia su agonía. Ahora lo llaman ‘doctor Peyo’. Desde 2016 ha acompañado a unas mil personas en el final de sus días en los diferentes hospitales en los que ha intervenido.
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