La idea de que España está siendo minusvalorada o despreciada o desdeñada injustamente en el mundo es infantil, ombliguista y para lo único que sirve es para tratar de debilitar al rival político en casa. La realidad es que, mejor o peor, la transición democrática devolvió cierto prestigio internacional a España, colocándola en el centro de una discusión política no española, en un momento en el que el país quería deshacerse de un legado franquista que se veía como un lastre incluso intelectual. Y se consiguió.
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