Treinta mil caledonios armados escucharon aquel amanecer a su comandante Calgaco en el monte Graupio, allí donde las tierras altas se deslizan hacia el frío mar del Norte: "¡Escuchadme! Vivimos en los confines del mundo. Somos los últimos hombres libres sobre la faz de la Tierra. Los romanos roban, matan y violan y a eso lo llaman gobierno! ¡Es mentira! ¡Convierten cuanto pisan en tierra baldía y lo llaman paz!". Unas horas después aquellas palabras se habían perdido entre el estruendo de las espadas.
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