Para descarbonizar, no queda más remedio que electrificar la economía, aumentando el porcentaje de demanda cubierta con renovables. Es el único camino posible y hoy es factible: los costes se han reducido desde 2011 un 88% en la fotovoltaica, un 78% en la energía eólica terrestre y un 71% en la eólica marina. En estos momentos de cambio, las redes eléctricas se van a convertir en el catalizador de la transición energética. Su valor no va a estar en el mero transporte de la electricidad, sino en los servicios de valor añadido que van a ofrecer.
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