El verdugo que ejecutó a Welzel, José Moreno Moreno, llevaba varios años cobrando la nómina como ejecutor de la Audiencia, pero no tenía experiencia alguna ni nadie le había explicado el funcionamiento del garrote. Después de examinar el artilugio concluyó erróneamente que aquello se ponía en torno al cuello del reo y se giraba la manivela hasta que los dientes de la alcachofa penetraban en su cerebelo. «Lo mismo que cuando se apuntilla a un toro» -comentó al ujier de la Audiencia que le entregaba el aparato-.
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