A un tipo que no existió, la corporación municipal de Pamplona le dedica misas, himnos, vísperas, procesiones y rezos. Un triunfo de la nada y del vacío en todo su esplendor ruidoso. Cualquiera que no sea autóctono con denominación de origen o pamplonés de toda la vida y contemple el espectáculo que tiene delante de sus ojos durante estos días que llaman sanfermineros, se preguntará quién era ese buen tipo llamado Fermín y al que se rinde un absoluto vasallaje festivo y religioso.
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