Lo tenía difícil frente a aquellos intrigantes profesionales del nacionalcatolicismo. Dominaban los despachos y la crítica. Los capitaneaba el cura Federico Sopeña, falangista culto, con maneras de Richelieu: tuerto y de oído fino en un país de ciegos y sordos a quien la brillantez, el encanto y la radical independencia de Argenta, descolocaban. “Lo persiguieron hasta intentar acabar con él, lo acorralaron y hoy me atrevo a decir que entre ellos, en vez de lamentar su muerte, algunos se alegraron”.
|
etiquetas: tabú , muerte , ataúlfo , argenta